El dióxido de carbono es un gas incoloro e insípido que es más pesado que el aire y el gas en sí muestra poca toxicidad, pero la asfixia es posible. Si la cantidad de dióxido de carbono es mayor que la cantidad de oxígeno que circula en el cerebro, el trastorno respiratorio, el dolor de cabeza, el tinnitus y la presión arterial aumentarán.